Había una vez una vieja leona en la sabana africana. Había vivido durante muchos años y había visto pasar gran parte de la vida. Estaba contenta, pero también bastante cansada; tanto, que a menudo tenía ganas de abandonar la vida.
Un día se tumbó bajo un árbol para descansar y pronto se quedó dormida. En su sueño, vio un sol brillante que se cernía sobre su cabeza y le hablaba:
«Ven conmigo», dijo el sol suavemente, «y te llevaré lejos de este lugar». La leona miró al sol y asintió lentamente.
Lo siguiente que supo fue que la leona se encontró volando por el cielo con el sol guiando el camino. Volaron cada vez más alto hasta que llegaron a unas nubes blancas y esponjosas que parecían hechas de algodón de azúcar. La vieja leona, que de repente se sintió llena de energía, rió a carcajadas mientras corrían juntas jugando al pilla pilla entre todas aquellas nubes.
El tiempo pasó rápidamente mientras disfrutaban de su tiempo de juego juntos hasta que un día, de repente, todo se quedó muy quieto -aunque no se dirigieron la palabra-, ambos sabían lo que había que hacer; había llegado el momento de que la vieja leona se despidiera para siempre… Con lágrimas en el rostro (pues incluso él podía sentir tristeza), el Sol la abrazó con fuerza antes de ayudarla a subir suavemente a una de esas suaves nubes blancas donde le prometió que encontraría la paz eterna… Y así, despidiéndose de este mundo de abajo, la vieja leona se despidió de todos nosotros siguiendo al Sol hacia la eternidad más allá de nuestro ken….
En la memoria recordamos con cariño a esa valiente Leona que eligió seguir al Sol hacia esas nubes para siempre…
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