Érase una vez un joven caballero llamado Frank. Todos los años visitaba a Rupert, el mejor amigo de su abuelo, que era conocido por contar las más mágicas historias de aventuras y descubrimientos.
Este año, Rupert le contó a Frank la historia de una increíble criatura llamada Grifo. El Grifo tenía alas como las de un águila, pero también tenía dos fuertes patas delanteras como las de un león y podía echar fuego por la boca.
Frank se imaginó a sí mismo montado sobre esta poderosa criatura mientras volaban por encima de tierras lejanas llenas de secretos y sorpresas. Ansiaba vivir una experiencia semejante.
Un día, mientras caminaba por el bosque cerca de la casa de Rupert, Frank oyó que algo revoloteaba en los árboles por encima de él: ¡no era otro que el Grifo! En cuanto se dio cuenta de que Frank estaba abajo, bajó en picado y se posó en su hombro con sorprendente delicadeza, antes de emprender de nuevo el vuelo.
El Grifo le llevó a sobrevolar majestuosas montañas y profundos océanos azules, hasta que finalmente se detuvieron en un magnífico castillo rodeado de exuberantes campos verdes llenos de flores silvestres. Cuando se acercaron, las puertas del castillo se abrieron, revelando que en su interior había todo tipo de criaturas fantásticas, incluidos dragones y hadas, que les dieron una cálida bienvenida.
Frank se dio cuenta de que había recibido este extraordinario regalo debido a la tradición de su familia: ¡cada año visitar a Rupert significaba escuchar historias sobre lugares maravillosos llenos de magia que esperaban ser explorados!
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