Había una vez una niña muy especial llamada Sophie que tuvo que ir al hospital. Llevaba unos días sintiéndose mal y su familia la llevó a ver al médico.
La mamá de Sophie quería que se sintiera tranquila y relajada antes de entrar en el hospital, así que empezó a cantar suavemente al oído de Sophie. La melodía era relajante y lenta, como una canción de cuna con suaves palabras de amor que decían lo mucho que la mamá se preocupaba por su hija.
Cuando llegaron al hospital, Sophie se sintió un poco asustada, pero recordó todas las cosas bonitas que mamá le había cantado antes al oído y eso les facilitó las cosas a las dos. La enfermera les hizo pasar a una sala de exploración donde esperaron mientras venían más médicos a atender a Sophie.
Mami se aferró con fuerza a la mano de Sophie mientras cantaba una última canción aún más suave que antes: «No te preocupes, mi princesa, me quedaré aquí a tu lado hasta que te sientas mejor». Así se aseguraba de que, pasara lo que pasara, mamá estaría allí en cada paso hacia la recuperación.
Los médicos no tardaron en averiguar lo que le ocurría a Sophie y le dieron a mamá instrucciones sobre la mejor manera de cuidar a su hija durante los días siguientes mientras estaba en casa. Cuando se marchaban, mamá volvió a coger las manos de ambas y continuó cantando dulcemente hasta llegar de nuevo a casa sana y salva.
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