Una vela en la ventana
Era la semana de Halloween y cuatro amigos esperaban ansiosos la llegada de la noche. Acababan de terminar el colegio y sus disfraces estaban listos para el truco o trato.
Los niños vivían en una pequeña ciudad, al final de una larga calle rodeada de altos árboles que proporcionaban muchas sombras cuando se ponía el sol. Todos los años, en Halloween, recorrían el barrio recogiendo caramelos de las casas con linternas iluminadas como faros en la oscuridad.
Este año, sin embargo, ocurrió algo extraño: Al final de la calle había una vieja casa sin luces ni adornos, sólo una vela parpadeando en una ventana. Parecía tan misteriosa que, aunque ya era tarde, no pudieron evitar ir a verla más de cerca.
Cuando salieron al porche, una anciana apareció de la nada con una larga capa negra y un sombrero puntiagudo, ¡como si los hubiera estado esperando! Les hizo un gesto para que entraran y les ofreció a cada niño una manzana de su cesta antes de desaparecer de nuevo en su casa sin decir nada más.
Los niños se miraron con los ojos muy abiertos: ¡nunca habían visto un gesto tan amable! Le dieron las gracias en silencio y se apresuraron a volver a casa para mostrar su botín: ¡cuatro manzanas perfectamente maduras sentadas sobre hojas doradas de otoño!
A partir de entonces, cada vez que llegaba Halloween se podía encontrar a esos mismos cuatro «Trick-or Treaters» de pie frente a esa misma casa antigua, admirando la luz de las velas que brillaba a través de sus ventanas y recordando cuánta bondad puede existir todavía en este mundo a pesar de nuestras diferencias.
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