Érase una vez, vivía una anciana esposa en el pequeño pueblo de Norroway. Se sentía muy sola y anhelaba tener compañía y amor. Un día, mientras caminaba por el bosque, se encontró con un amable toro negro. El toro pareció tomarle cariño y la siguió de cerca allá donde iba.
La anciana sintió una conexión instantánea con este hermoso animal, así que decidió llevarlo a su casa. Lo alimentó, lo acicaló y pronto desarrollaron un vínculo inseparable entre ellos que no podía romperse.
La noticia del nuevo compañero de la anciana se extendió rápidamente por todo el pueblo de Norroway y la gente empezó a cotillear al respecto: ¡algunos pensaban que era extraño que alguien tan anciano como ella encontrara compañía en una criatura tan poderosa como un toro negro! Pero a pesar de lo que dijeran o pensaran los demás sobre su relación, nada podía impedir que su amor fuera cada vez más fuerte.
Una noche, mientras paseaban juntos a la luz de la luna, ocurrió algo mágico: ¡de repente el toro se transformó en un apuesto príncipe! Le explicó que había sido maldecido por una bruja malvada, pero que ahora su maldición se había roto gracias a toda la bondad mostrada por su querida y antigua esposa, que le había salvado de la soledad y la desesperación con su amor incondicional.
La pareja se casó inmediatamente rodeada de sus amigos de Norroway, que los colmaron de bendiciones en esta feliz ocasión. Desde entonces, vivieron felices para siempre, unidos por el poder del amor verdadero, incluso contra todo pronóstico.
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