Érase una vez un niño llamado Hans. Era un tipo optimista y alegre, que siempre veía el lado bueno de las cosas. No importaba lo que le ocurriera, siempre creía que era una suerte para él de una u otra manera.
Un día, la suerte quiso que Hans se encontrara con su viejo amigo Pedro, que acababa de regresar de un largo viaje al extranjero con muchas historias que contar. Sus historias eran tan emocionantes que convencieron a Hans para que se dedicara a viajar. Así que los dos muchachos hicieron planes y comenzaron su viaje juntos a la mañana siguiente.
Al principio su viaje fue bien; compartieron experiencias maravillosas y encontraron aventuras a la vuelta de cada esquina. Pero una noche, mientras acampaban en el bosque, ocurrió algo terrible: ¡fueron atacados por lobos! Los chicos lucharon con valentía, pero al final perdieron todas sus provisiones y posesiones, excepto una única moneda que Pedro consiguió esconder dentro de su zapato durante la lucha.
A la mañana siguiente, cuando se despertaron, los dos chicos estaban preocupados por cómo su desgracia podría convertirse en algo positivo. Entonces, de repente, Pedro se acordó de su moneda escondida: ¡qué buena suerte! Con esta moneda en la mano, Hans decidió que realmente debía estar destinada a ellos, ya que ningún otro acontecimiento les había traído tanta suerte hasta ahora.
Así que, con este nuevo optimismo, Hans propuso una idea: si cambiaba la moneda tres veces en cada parada de su viaje, seguro que obtendrían dinero más que suficiente para comprar nuevas provisiones y continuar su viaje con más fuerza que antes. Y, efectivamente, después de intercambiar su moneda de la suerte una y otra vez en cada ciudad del camino, todo salió a la perfección para nuestros intrépidos viajeros; ¡mucho mejor de lo que cualquiera de ellos hubiera imaginado!
Y así termina nuestra historia de «Hans In Luck», en la que aprendemos que tener fe en tu propia suerte a veces puede llevarte por caminos que nunca creíste posibles…

Deja una respuesta