Había una vez una niña que se llamaba Caperucita de Oro. Era una niña extraordinaria, con un cabello como el oro hilado y unos ojos tan brillantes que resplandecían como las estrellas en el cielo nocturno. Su madre y su padre estaban muy orgullosos de ella, pero también estaban preocupados por su seguridad, ya que a menudo se aventuraba sola en los campos cercanos para jugar.
Un día, mientras jugaba, Caperucita de Oro se topó con una extraña anciana sentada en un tronco en uno de los campos. La anciana le hizo señas a Caperucita para que se acercara, diciendo que tenía algo especial que darle si se acercaba. A pesar de que le habían advertido de que nunca hablara con extraños, la curiosidad de Caperucita se apoderó de ella y se acercó con cautela hasta situarse justo delante de la anciana, que le entregó una exquisita capa dorada con capucha y hermosos bordes.
Caperucita de Oro agradeció profusamente a la anciana antes de ponerse la capa y correr de vuelta a casa llena de emoción por lo que acababa de ocurrir: ¡se sentía como algo mágico! Cuando llegó a casa, sus padres no podían creer lo que veían: ¡nunca habían visto algo tan grande y magnífico! No tardaron en preguntar de dónde venía, pero lo único que pudo hacer Caperucita de Oro fue señalar el lugar donde lo había encontrado, ¡ya que no había palabras para describir tanta belleza!
A partir de ese día, cada vez que alguien veía a Caperucita de Oro en uno de esos mismos campos sin más ropa que esa deslumbrante capa dorada con capucha, siempre comentaban lo mucho que brillaba bajo la más mínima luz del sol, casi como si irradiara calor por sí misma, y desde entonces la gente empezó a llamar a esta niña «Caperucita de Oro» por lo radiante que se volvía la vista cuando el sol brillaba sobre ambos.
Los días se convirtieron en semanas, que pronto se convirtieron en meses y años; durante este tiempo, la gente empezó a difundir historias sobre la valiente y bondadosa «PequeñaCieloDorado», cuyos actos de bondad desinteresados la hicieron muy querida en todo el pueblo, y muchos señalaron la importante lección aprendida de la experiencia: Recuerda siempre el peligro de los extraños cuando te encuentres en circunstancias desconocidas, porque aunque tengas buenas intenciones en el fondo, hay algunas personas que buscan aprovecharse de la naturaleza inocente, lo que lleva a situaciones potencialmente peligrosas…
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