Había una vez un valiente niño llamado Timmy que vivía con sus padres en una vieja casa. Una noche, mientras estaba tumbado en la cama, oyó algo extraño procedente del armario: ¡un fuerte ruido de golpes! Saltó de la cama y se acercó cautelosamente a la puerta para investigar. Cuando la abrió, para su sorpresa, ¡vio un monstruo gigante acechando dentro!
Timmy estaba tan asustado que cerró rápidamente la puerta y corrió de vuelta a su dormitorio. Intentó contar a sus padres lo que había visto, pero se rieron de él y le dijeron que los monstruos no eran reales. Pero Timmy sabía que no era así; ¡había realmente algo en su armario!
Decidió que si nadie le creía, sólo él podía deshacerse del monstruo de una vez por todas. Con su nuevo valor, Timmy cogió algunas cosas de la casa (un palo de escoba para defenderse) y se aseguró de no hacer ningún ruido mientras se acercaba lentamente al armario de nuevo. Pero en cuanto lo abrió esta vez… ¡el monstruo ya no estaba allí! En su lugar había montones de caramelos dejados por alguna hada madrina de buen corazón.
Timmy sonrió aliviado: después de todo, había sido lo bastante valiente como para enfrentarse a lo que parecía una situación imposible. A partir de entonces, cada vez que alguien le decía que los monstruos no eran reales o dudaba de lo que se escondía en lugares oscuros… Timmy simplemente sonreía con conocimiento de causa, sabiendo lo valientes que pueden ser a veces incluso los niños pequeños cuando se enfrentan a tareas difíciles.
La moraleja de esta historia es: ¡Es importante no tener miedo de probar cosas nuevas aunque parezcan aterradoras, porque nunca sabes a dónde te puede llevar tu valor! ¿Qué crees que hará Timmy a continuación?
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