Érase una vez, en el reino de Xiaojin, una bella y amable dama llamada Rosa de la Tarde. Tenía una larga cabellera negra que siempre estaba bien atada en un nudo en la parte superior de la cabeza. Sus ojos eran brillantes y centelleantes como estrellas y su piel era tan suave como la porcelana. Todos los que la veían no podían dejar de admirar su belleza.
La casa de Rosa estaba cerca de las murallas del palacio y a menudo se la veía paseando por ellas, admirando la belleza de las flores que allí crecían. Un día, mientras paseaba por los jardines, se encontró con un anciano sentado solo bajo un árbol, de espaldas a ella. Parecía tan triste que Rosa se sintió obligada a acercarse a él y ofrecerle unas palabras de consuelo. Después de hablar durante un rato, le reveló a Rose que había sido maldecido con una pena eterna porque hacía muchos años había hecho el voto de no contar nunca a nadie algo terrible que había sucedido en su pasado.
El anciano le suplicó a Rose que mantuviera este secreto alejado de todos los demás, incluidos los miembros de su familia, ya que les causaría un gran dolor si alguna vez se enteraban de lo que había ocurrido hace tantos años; por amor a él, Rose juró por su vida no volver a revelar nada al respecto ni siquiera insinuar su existencia; así comenzó su amistad, que duró hasta una fatídica noche en la que la tragedia se produjo de repente…
Esa noche, Rose regresó tarde a casa después de visitar a unos amigos y encontró a una anciana desplomada ante la puerta de su casa, ¡jadeando desesperadamente! Sin dudarlo, Rose corrió hacia ella y acunó la cabeza de la desconocida en su regazo mientras ambas lloraban juntas: La anciana no era otra que la misma persona a la que ahora conocemos como «El Viejo» de antes -había estado buscando desesperadamente a alguien que supiera el dolor que sufría por haber callado un suceso tan trágico- y lamentablemente falleció poco después -pero antes de morir le dijo a Rose algo increíblemente importante: Resultó que «el secreto» que inspiraba tanta tristeza en El Viejo implicaba a dos personas lo suficientemente unidas por lazos de sangre tan lejanos, pero conectadas profundamente por el Amor
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