Había una vez un ruiseñor que vivía cerca de un rosal en el bosque. Al ruiseñor le gustaba mucho la música y se pasaba el día cantando hermosas melodías a los demás animales del bosque. Un día, oyó a un joven que hablaba de su amor por alguien que no quería más que una rosa roja como prueba de su amor.
El ruiseñor sintió tanta pena por él que decidió ayudarle. Voló hacia el cielo y buscó por todas partes hasta que encontró lo que buscaba: ¡un solo pétalo de un rosal encantado con poderes mágicos! Con este pétalo, el ruiseñor sabía que podía crear algo especial: ¡Una rosa roja perfecta!
Así que cada noche, después de la puesta de sol, cuando todos los demás pájaros se habían ido a dormir, el ruiseñor empezó a crear su obra maestra: ¡la rosa roja más hermosa que jamás se hubiera visto! Día tras día, trabajaba incansablemente en ella hasta que una noche la terminó. Pero ahora surgió otro problema: ¿cómo se la haría llegar a su destinatario?
Al principio, nadie parecía capaz de responder a esta pregunta, pero de repente una idea les cayó como un rayo: ¿por qué no hacer que algunos de sus amigos del bosque la entregaran? Así que montaron rápidamente una cadena de montaje con conejos que llevaban ramitas y arañas que tejían telas a su alrededor, antes de entregarlo a unas simpáticas ardillas que lo presentaron a su destinatario: ¡el joven al que todos querían tanto!
Al recibir un regalo tan inesperado de la propia naturaleza, se llenó de alegría y gratitud, y agradeció profusamente a la Madre Naturaleza antes de plantar la preciosa flor en su jardín, donde podría cuidar su belleza para siempre. A partir de entonces, cada vez que miraba a su amada flor, ésta le recordaba que el amor verdadero puede florecer incluso en tiempos difíciles.
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