Leroy hace un amigo
Todo empezó un día en Chicago cuando Leroy el Pingüino paseaba por la ciudad. Acababa de mudarse a la ciudad desde su hogar en la Antártida y aún se estaba acostumbrando a estar lejos de su familia y amigos. Mientras caminaba por la calle, Leroy notó algo extraño: ¡otro pingüino! Pero no era un pingüino cualquiera, ¡era un pingüino emperador de verdad!
Leroy no podía creer lo que veían sus ojos: ¿cómo podía haber otro pingüino emperador tan lejos de casa? Se acercó con cautela al otro pájaro, pero cuando se vieron ambos empezaron a contonearse con entusiasmo hacia el otro. Pronto estuvieron charlando alegremente como viejos amigos.
Los dos decidieron explorar Chicago juntos y pasaron los días haciendo turismo y divirtiéndose en la gran ciudad. Allá donde iban, la gente se paraba para hacerles fotos, ya que ver a dos pingüinos emperador paseando por la ciudad no es algo que se vea todos los días. Cuanto más tiempo pasaba Leroy con este nuevo amigo, más se acercaban, llegando a ser compañeros inseparables.
Una noche, mientras contemplaban una hermosa puesta de sol sobre el lago Michigan, Leroy se dio cuenta de que, aunque al principio había echado de menos la Antártida, ahora se sentía realmente en casa aquí en Chicago gracias a esta especial amistad con su recién descubierta compañera. A partir de entonces, dondequiera que fuera Leroy, siempre habría alguien que le comprendiera y se preocupara por él: su nuevo amigo que se había unido a él a todos esos kilómetros de distancia.
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