Había una vez dos hermanos en una pequeña aldea. El hermano mayor estaba siempre ocupado haciendo sus tareas y ayudando a los aldeanos, mientras que el menor disfrutaba jugando con sus amigos. Un día, el hermano menor le pidió a su hermano mayor algo especial. «Por favor, dame algo que me haga feliz», le dijo.
El hermano mayor se lo pensó un momento y luego salió a recoger paja, carbón y judías de su jardín. Los trajo de vuelta al interior y los puso en la mesa frente a él. «Elige una de estas tres cosas», le dijo a su hermano pequeño, que miró los tres objetos con curiosidad antes de elegir finalmente las judías.
El hermano mayor sonrió ante su elección y le dijo que si plantaba esas judías, ¡se convertirían en algo mágico! Efectivamente, al plantarlas ese mismo día, crecieron de la noche a la mañana y se convirtieron en enormes tallos de judías con grandes vainas que colgaban de sus ramas. Entusiasmados, los hermanos salieron a recoger algunas de ellas, pero descubrieron que cada judía tenía una costura negra a lo largo de su longitud.
Confundidos por el motivo, encontraron a un viejo sabio que vivía cerca y les explicó todo: hace muchos años, había otro reino en el que la gente utilizaba la magia con frecuencia, pero debido a que los habitantes utilizaban en exceso esta poderosa energía, causó una gran destrucción en toda la tierra hasta que todo se volvió gris, ¡incluso algunos de sus cultivos, como estas mismas judías!
A partir de entonces, cada vez que alguien ve una judía con su veta negra a lo largo de ella, se nos recuerda lo poderosa que puede ser la magia cuando no se maneja adecuadamente: la energía, tanto negativa como positiva, no debe tomarse a la ligera, ya que también tiene consecuencias, al igual que lo que ocurrió en esta fábula de los hermanos Grimm sobre cómo las judías llegaron a tener una característica tan singular en la actualidad.
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