Érase una vez una niña llamada Dorothy y su mejor amigo Jeb. Habían crecido juntos en el pequeño pueblo de Oz, jugando en el campo por el día y soñando con aventuras por la noche.
Una noche de verano, decidieron ir a explorar una vieja mina abandonada de la que habían oído hablar cerca de su pueblo. En cuanto se adentraron en la oscuridad de la cueva, un terremoto comenzó a retumbar bajo ellos. El suelo tembló tan violentamente que abrió una gran grieta bajo sus pies. Antes de que ninguno de los dos pudiera pensar dos veces en lo que estaba ocurriendo, Dorothy y Jeb se encontraron cayendo en lo más profundo de la tierra.
Tras lo que parecieron horas dando tumbos por la oscuridad y la suciedad, Dorothy y Jeb aterrizaron por fin en tierra firme, ¡dentro de una especie de reino subterráneo! Enseguida se dieron cuenta de que no era un lugar cualquiera, sino que estaba lleno de todo tipo de criaturas mágicas, desde animales parlantes hasta hadas traviesas y brujas malvadas.
Dorothy no sabía cómo volvería a encontrar el camino de salida, pero con la ayuda de algunos simpáticos lugareños (y unos cuantos valientes aliados), acabó abriéndose paso por tierras extrañas llenas de vistas increíbles -monos voladores sobre mares ondulantes, campos llenos de flores de colores brillantes- hasta llegar por fin a Ciudad Esmeralda, donde vivía el famoso Mago. Después de muchas aventuras emocionantes por el camino (¡incluso enfrentándose a monstruos!), Dorothy llegó por fin hasta él… ¡sólo para descubrir que quizá no sea quien todos esperaban que fuera! Sin embargo, con su ayuda -además de algo de valor por parte de ella misma y de Jeb- Dorothy consiguió no sólo escapar de vuelta a casa, sino también enseñar a todos los habitantes de Oz valiosas lecciones sobre la comunidad, la ética, la justicia y el amor en el camino.
Los ciudadanos se alegraron durante días cuando se extendió por todo Oz la noticia de que Dorothy había regresado sana y salva con Jeb a su lado tras una aventura tan épica… demostrando una vez más que todo es posible si crees en ti mismo (¡y tienes grandes amigos!).
Deja una respuesta