Érase una vez, en una pequeña aldea de Oriente Medio, un niño honesto y de buen corazón llamado Hassan. Era pobre, pero siempre tenía una visión positiva de la vida a pesar de su falta de fortuna.
Un día, mientras caminaba por el desierto cerca de su aldea, Hassan se encontró con un viejo cuervo negro posado en lo alto de una roca. El pájaro le graznó con fuerza, como si quisiera algo de él. Curioso por lo que el cuervo quería decirle, Hassan se acercó y le ofreció algo de comida de su bolsillo.
El cuervo aceptó la ofrenda y luego le habló a Hassan con palabras humanas. Le dijo que había formado parte de un reino mágico gobernado por el rey Salomón hace mucho tiempo y que su nombre era Peri, que significa «mágico» en árabe. El cuervo le explicó que su propósito ahora es ayudar a la gente a hacer realidad su fortuna si primero muestran bondad hacia los demás.
Hassan accedió con entusiasmo a probar esta oferta. Con la orientación de Peri, empezó a ayudar a otros aldeanos en diversas tareas, como arreglar las tejas del tejado o transportar cargas pesadas por ellos, todo ello sin esperar nada a cambio, salvo sonrisas en sus rostros cuando el trabajo se completaba con éxito. Pronto se ganó una gran reputación como alguien a quien se le podía confiar cualquier trabajo en el pueblo… ¡y pronto también empezó a entrar dinero en sus bolsillos!
Gracias a los consejos y la experiencia de Peri, la fortuna de Hassan creció más que nunca. Su nueva riqueza le permitió no sólo mantenerse a sí mismo, sino también a los menos afortunados que él. Por fin, gracias a la bondad de un hombre (Hassan) combinada con el ingenio de un pájaro mágico (Peri), todos encontraron la felicidad donde antes no la había.
Deja una respuesta