Había una vez un niño llamado Archie. Era muy amable y humilde, pero no tenía ni idea de las aventuras que estaban a punto de ocurrirle.
Un día, mientras volvía a casa de la escuela, Archie oyó un ruido inusual que venía de arriba. ¡Sonaba como algo fuera de este mundo! Cuando levantó la vista, vio lo que parecía ser un OVNI flotando en el cielo. Antes de que se diera cuenta, una luz brillante le rodeó y de repente todo se oscureció.
Archie se despertó y se encontró a bordo de una nave espacial alienígena con dos extraterrestres de aspecto extraño que le miraban fijamente. Los extraterrestres le explicaron que necesitaban su ayuda: su planeta G estaba en peligro y sólo alguien tan amable y humilde como Archie podría salvarlos.
Al principio Archie no quería ir, pero pronto se dio cuenta de lo importante que sería para él ayudar a estos pobres alienígenas que estaban tan desesperados por recibir ayuda. Así que, con valentía y determinación, aceptó la misión, para alegría de los extraterrestres, que se lo agradecieron profusamente antes de enviarlo de viaje hacia el Planeta G en su fiel OVNI.
El viaje por el espacio estuvo lleno de sorpresas: ¡pasaron por delante de estrellas, campos de asteroides e incluso otras galaxias! Finalmente, llegaron al Planeta G, que estaba rodeado de escombros desde todos los ángulos; parecía casi imposible que alguien o algo sobreviviera a tal destrucción… ¡pero, de nuevo, nada es imposible cuando tienes la bondad y la humildad de tu lado! Con estas dos poderosas cualidades detrás de ambos, Archie consiguió no sólo reparar la atmósfera del Planeta G, sino también devolver la esperanza a la vida de sus ciudadanos, demostrando una vez más que cuando trabajamos juntos podemos superar cualquier obstáculo que nos ponga la vida.
Deja una respuesta