Había una vez un valiente caballero llamado Sir Lancelot. Vivía en el Reino de Camelot con su mejor amigo, el Rey Arturo, y todos sus amigos. Un día, el rey Arturo envió a Sir Lancelot a una importante misión para encontrar un objeto mágico: ¡la cabeza de la Gorgona!
Sir Lancelot partió a caballo por el bosque, siguiendo el camino que le llevaba a la cueva de la Gorgona. Cuando llegó a la entrada de la cueva, vio que estaba custodiada por dos serpientes gigantes. Pero esto no le impidió entrar; en su lugar, se puso su brillante armadura y desenfundó su espada, ¡preparado para la batalla!
Las serpientes se deslizaron a su alrededor intentando morderle, pero nada pudo superar su fuerte armadura. De repente, una serpiente emitió un fuerte chillido y sus ojos brillaron en rojo: ¡se había convertido en piedra! Sólo quedaba una serpiente contra la que luchar antes de que Sir Lancelot pudiera entrar en la cueva. Con un gran golpe de espada, le cortó la cabeza y obtuvo otra victoria.
En el interior de la oscura cueva había muchos caminos sinuosos que conducían a las profundidades. Después de caminar durante lo que parecieron horas, Sir Lancelot se topó por fin con una vieja puerta de madera con extrañas marcas escritas sobre ella que decían «Cuidado: aquí yace la cabeza de la gorgona». Empujó con cuidado la puerta y entró: ¿qué le esperaría?
Nada más abrir la puerta, una luz brillante brilló desde el interior… y allí, frente a él, se encontraba La Cabeza de la Gorgona: ¡un antiguo artefacto tallado en mármol con tres temibles rostros que miraban en distintas direcciones! Se decía que quien miraba directamente a cualquiera de las caras se convertía inmediatamente en piedra… ¡pero no si llevabas unas gafas protectoras especiales que sólo se daban a los valientes caballeros como Sir Lancelot! Así que, con esas gafas, nuestro héroe extendió los dos brazos hacia la Cabeza de la Gorgona sin miedo: el éxito estaba ya tan cerca…
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