Érase una vez una patita curiosa e independiente llamada Jemima Puddle-Duck. Siempre estaba buscando nuevas y emocionantes aventuras en las que embarcarse.
Un día decidió que su mayor aventura sería encontrar la forma de incubar sus propios huevos. Así que partió en su búsqueda, tomando valientemente el camino menos transitado por otros patos con la esperanza de encontrar lo que buscaba.
Jemima descubrió rápidamente que incubar huevos no era tan fácil como parecía. Dondequiera que fuera, los animales la miraban con extrañeza y le advertían que no debía intentar algo así, ¡pero Jemima se negaba a rendirse!
Después de buscar por todas partes, sin suerte, Jemima acabó encontrando un libro muy antiguo sobre la reproducción animal en el que se detallaban los pasos exactos necesarios para incubar huevos con éxito. Tras estudiar detenidamente las instrucciones del libro, ¡Jemima por fin tenía lo que necesitaba!
Con una nueva confianza (y un poco de temor), Jemima puso en práctica todos los conocimientos del antiguo texto y pronto… ¡voilà! Sus huevos eclosionaron y se convirtieron en adorables y esponjosos patitos que inmediatamente saltaron felices siguiendo a su orgullosa mamá.
La moraleja de esta historia es que, con esfuerzo y determinación, todo es posible, aunque parezca imposible a primera vista, como lo fue para nuestra intrépida heroína Jemina Puddleduck incubar sus propios huevos.
Deja una respuesta