Érase una vez, en la sabana africana, dos buitres, madre y bebé. El bebé buitre tenía mucha curiosidad por el mundo que le rodeaba y hacía muchas preguntas a su madre.
Un día le preguntó por qué algunos de los animales que veían estaban muertos y otros vivos. Su madre pensó un momento antes de decir: «Hijo mío, esto forma parte del ciclo de la vida; la muerte y la vida se entrelazan como círculos, cada uno de los cuales lleva al otro». A continuación, procedió a explicar cómo todos los seres vivos experimentan la muerte en algún momento de su vida, pero que también puede conducir a nuevos comienzos, como cuando un animal muda su piel o cuando las plantas mueren para que otras nuevas puedan crecer en su lugar.
El bebé buitre escuchaba atentamente mientras su madre hablaba de la renovación y la regeneración a través de los ciclos de vida y muerte. Se dio cuenta de que podía ver estos círculos en todas partes; desde los pájaros que hacen nidos con ramitas que acaban convirtiéndose en tierra para que los árboles florezcan encima, hasta las orugas que se convierten en mariposas después de pasar por su fase de capullo.
El pequeño buitre se sintió agradecido por haber aprendido esta lección de su vieja y sabia madre, que le había enseñado la importancia de respetar los ciclos de la naturaleza aunque la muerte pudiera parecer aterradora a primera vista. Ahora estaba decidido a vivir plenamente cada día, sabiendo que podría formar parte de un círculo mucho más grande sin principio ni fin.

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