Había una vez una joven llamada Lungile que vivía en el África rural, cerca de la orilla de un río. Le encantaba explorar y a menudo daba largos paseos por la selva africana con su familia.
Un día, mientras caminaba por la selva, oyó unos fuertes graznidos procedentes de un lugar cercano. Cuando se acercó, vio que procedía de una garza herida que se había quedado atascada en una alambrada.
Lungile corrió rápidamente a ayudar al pájaro y lo sacó con cuidado de su situación. El pájaro le dio las gracias a Lungile por haberlo salvado y voló hacia el cielo, ¡por fin libre!
Lungile se sintió muy orgullosa de sí misma por haber ayudado a esta hermosa criatura y sonrió mientras la veía volar. A partir de entonces, cada vez que Lungile necesitaba ayuda con algo o se sentía deprimida por algo, recordaba la valentía con la que esta garza había luchado contra sus circunstancias; se recordaba a sí misma que, al igual que este pájaro -no importaba lo que pasara-, si seguías intentándolo, al final también podrías liberarte.
La próxima vez que Lungile se encontrara necesitando ayuda con algo pequeño o grande, en lugar de preocuparse o frustrarse por su situación -recordaba la valentía con la que este pequeño pájaro había luchado contra todo pronóstico- y decidía, en cambio, que «¡te ayudaré» igual que le había ayudado antes!
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