Había una vez un rey que tenía todo lo que quería. Era muy rico y poderoso, pero aún no estaba satisfecho. Quería más riqueza y poder que nadie en el mundo. Un día, su deseo se hizo realidad cuando un hada mágica le dio el «Toque de Oro».
El Toque de Oro significaba que cualquier cosa que tocara el rey Midas se convertiría en oro. Lo probó en algunas de sus cosas favoritas, como las flores, los árboles, las rocas e incluso la comida. ¡Todo se convirtió en oro! ¡El Rey pensó que esto era maravilloso!
Decidió viajar por el reino mostrando su nuevo superpoder. En todos los lugares a los que iba, la gente se quedaba boquiabierta ante lo increíble que era que cualquier cosa que tocara se convirtiera en oro. Pero al cabo de un tiempo, el rey Midas empezó a darse cuenta de que tener demasiado de algo no siempre es bueno.
Un día, mientras cenaba con su hija Caléndula, ésta le tendió la mano a su padre cuando se sentaron juntos a la mesa. En cuanto sus manos se cruzaron, ¡Boom! ¡Marigold se convirtió en una sólida estatua de oro ante sus ojos! El pobre rey Midas se sintió tan triste al ver lo que le había sucedido por culpa de su habilidad del Toque de Oro y deseó desesperadamente una forma de deshacerlo todo…
De repente, un viejo sabio apareció de la nada con un consejo especial: «Si quieres recuperar a tu hija -dijo el Sabio con tristeza-, debes tomar agua del río Estigia». Este río atravesaba el Hades (el Inframundo), donde vivían los espíritus malignos, por lo que sería un viaje peligroso sólo por intentar llegar hasta allí, por no hablar de volver con vida. Pero el pobre rey Midas sabía que no tenía otra opción si quería recuperar a Marigold…
Así que, partiendo con valentía en esta peligrosa misión, nuestro héroe logró atravesar con seguridad muchos ríos hasta llegar finalmente al río Estigia, donde llenó dos jarras llenas de agua de sus oscuras profundidades sumergiéndolas cuidadosamente una a una… Con estas jarras firmemente guardadas bajo cada brazo, Midas emprendió el camino a casa…
Cuando por fin regresó sano y salvo a su casa, el rey Midas se precipitó rápidamente hacia el cuerpo sin vida de Caléndula, aún congelado en forma de oro puro. Respirando profundamente por última vez, vertió las dos jarras sobre el cuerpo de la mujer con la esperanza de que no ocurriera nada malo …. y de repente… como por arte de magia… ¡Marigold se despertó lentamente abriendo los ojos de nuevo!
Todo el mundo aplaudió felizmente celebrando su reencuentro con abrazos, lágrimas
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