Había una vez un caballo mágico llamado Pegaso. Tenía unas alas que le permitían volar por el cielo como un águila.
Pegaso vivía en las nubes, muy por encima del suelo. Todos los días volaba bajo el sol y exploraba diferentes lugares de todo el mundo.
Un día, Pegaso encontró a un anciano que parecía muy cansado y triste. El anciano le dijo a Pegaso que quería viajar lejos de su pueblo, pero que no podía hacerlo por culpa de su rodilla.
Pegaso sintió mucha pena por el anciano y le ofreció montar en su lomo para que pudieran ir a cualquier lugar que deseara. Al anciano le encantó la idea y aceptó enseguida.
Los dos partieron juntos hacia el cielo, ¡más alto de lo que nadie había llegado nunca! Viajaron por montañas, ríos, bosques y desiertos hasta que llegaron a su destino: una hermosa isla rodeada de aguas azules y cristalinas.
En esta isla descubrieron muchas cosas maravillosas, como árboles gigantes llenos de dulces frutos y flores brillantes que crecían por todas partes. Pero aún más asombrosas eran las criaturas que vivían allí: ¡unicornios, dragones, hadas y otros animales mágicos que sólo existían en esta isla!
El anciano se sintió abrumado por lo espectacular que era todo, así que dio las gracias a Pegaso por haberle traído hasta aquí antes de volver a casa a pie, mientras Pegaso le observaba desde lo alto, admirado por lo que había conseguido hoy.
A partir de entonces, cuando la gente veía un caballo blanco volando por el cielo, sabía que debía ser Pegaso, el valiente Caballo Alado que ayudaba a los necesitados, sin importar dónde estuvieran o qué viaje pudiera esperarles la próxima vez…
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