Había una vez una aldea en África llamada Nkanyezi. Todos los años, los habitantes de esta aldea celebraban la llegada de la primavera con música y bailes. Pero este año había ocurrido algo extraño: ¡nadie parecía recordar cómo se celebraba la primavera!
Nkanyezi estaba decidida a resolver este misterio. Emprendió una aventura por su pueblo en busca del espíritu de la primavera, que sabía que debía estar escondido en alguna parte. Dondequiera que mirara, veía señales de que la naturaleza empezaba a florecer de nuevo -desde el canto de los pájaros en los árboles hasta el florecimiento de las flores en los jardines-, pero aún así, ¡nadie parecía interesado en celebrarlo!
Finalmente, tras horas de búsqueda, Nkanyezi dio con una vieja cabaña escondida en las afueras del pueblo. En su interior había decenas de instrumentos y adornos de años pasados utilizados para celebrar la llegada de la primavera, ¡justo lo que había estado buscando! Nkanyezi se llevó estos objetos a su casa y los compartió con sus vecinos para que todos pudieran reunirse y honrar una vez más el regreso del clima cálido y la nueva vida.
A la mañana siguiente, todos se reunieron mientras Nkanyezi les dirigía con canciones y bailes tradicionales en honor a sus antepasados, que les enseñaron lo importante que es reconocer estos momentos especiales de la vida. Mientras cantaban y reían juntos bajo un cielo azul brillante lleno de sol, todos se sintieron más unidos que nunca, como si estuvieran conectados por una fuerza invisible… ¡el Espíritu de la Primavera!
Desde entonces, cada año, cuando la primavera volvía, también lo hacía su celebración, gracias a la determinación de la pequeña Nkanyezi, que nunca olvidó la tradición ni su importancia en lo más profundo de nuestros corazones.
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