Había una vez dos buenos amigos llamados Jack y Jill. Eran amigos desde que eran bebés, siempre jugando juntos y divirtiéndose.
Un día, Jack tuvo una idea que pondría a prueba su fuerza y su amistad con Jill. Quería ver si ambos podían alcanzar el tarro de galletas que había encima del armario de la cocina sin utilizar una silla ni ningún otro medio de ayuda.
Así que le preguntó a Jill si estaba dispuesta a intentarlo, ¡y así fue! Así que los dos se pusieron de puntillas y se estiraron todo lo que pudieron, pero ninguno de los dos pudo alcanzarlo.
Jack sugirió entonces que tal vez si se agarraba a las manos de Jill mientras ella se ponía de pie, entre los dos, Jack pensó que esto podría ser suficiente para levantarla lo suficiente como para que sus dedos pudieran tocar la tapa del tarro de galletas. Y así, con mucho esfuerzo por parte de ambos y muchas risas, el trabajo en equipo dio sus frutos y, finalmente, tras varios intentos en diferentes ángulos cada vez, Jack se aseguró de que Jill tenía la tapa del tarro antes de bajar de pie sobre los pies de su amigo.
¡Por fin el éxito! La pareja compartió unas deliciosas galletas para celebrarlo (y aliviarse) mientras reflexionaban sobre la increíble aventura que acababan de vivir trabajando juntos como amigos, demostrando una vez más que la verdadera amistad es imbatible cuando se usa el cerebro y se trabaja en armonía.
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