Había una vez una joven valiente llamada Sarah. Le encantaba Halloween y todas las decoraciones espeluznantes que lo acompañaban. Disfrutaba especialmente de las aventuras en el oscuro bosque que había detrás de su casa.
Esa noche de Halloween, Sarah se adentró sola en el bosque para explorar algunos de sus lugares favoritos. Cuando se adentró en el bosque, notó que las cosas se volvían más oscuras e inquietantes, como si algo la observara desde el otro lado de los árboles.
De repente, Sarah oyó un sonido sobrenatural procedente de algún lugar del bosque. Parecía un cántico mezclado con una risa. Su corazón se aceleró al preguntarse qué podía ser y si debía seguir investigando o volver a casa por seguridad.
Decidió tomar un camino que la llevara más cerca de donde creía que procedía el ruido y pronto descubrió que los duendes estaban celebrando una fiesta alrededor de una vieja hoguera. Estaban cantando canciones sobre su maldad y sobre cómo utilizarían sus poderes mágicos para asustar a los viajeros desprevenidos que se tropezaran con ellos a altas horas de la noche, ¡como había hecho Sara!
Los duendes no tardaron en ver que estaba congelada de miedo y avanzaron amenazadoramente hacia ella mientras cacareaban de placer ante su nueva presa. Pero Sarah no se dejó llevar por el pánico, sino que utilizó todo su valor para enfrentarse a ellos declarando con valentía: «¡No os tengo miedo!» Los goblins parecieron sorprendidos por tal valentía, pero acabaron retrocediendo lentamente hasta desaparecer en el aire, dejando sólo un eco de risa sobre el claro vacío…
Sarah había superado la adversidad mediante un pensamiento independiente en lugar de huir aterrorizada, lo que la hizo sentirse increíblemente orgullosa de sí misma, así como mucho más sabia después de aprender esta valiosa lección: ¡nunca dejes que el miedo te impida alcanzar tus objetivos por muy aterradoras que parezcan las cosas!
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