Érase una vez un niño llamado Jack. Era el único hijo de un granjero empobrecido que vivía en las afueras de un pequeño pueblo.
Un día, el padre de Jack le pidió que llevara su vaca al mercado y la vendiera a cambio de dinero para poder comprar comida y pagar sus deudas. Jack aceptó y partió con la vaca a cuestas.
De camino al mercado, pasó por delante de un anciano sentado frente a su casa con unas judías de aspecto extraño en las manos. El anciano se ofreció a cambiar las judías por la vaca, lo que le pareció un buen trato porque las vacas valían mucho más que las judías en aquella época. Así que, sin pensárselo dos veces, Jack hizo el intercambio y siguió su camino a casa sin más que un puñado de judías metidas en el bolsillo.
No sabía que no eran judías normales, ¡eran judías mágicas! Cuando Jack llegó a casa y le contó a su padre lo que había pasado, ¡se puso furioso! Pero al llegar la mañana ocurrió algo increíble: ¡de la noche a la mañana había brotado un gigantesco tallo de judías en el lugar donde las había plantado!
Jack no podía creerlo: ¡debía de ser uno de esos cuentos de hadas que siempre había oído de niño! Aunque su padre seguía sin estar contento con él por haber regalado su vaca, la curiosidad pudo con los dos, así que decidieron subir juntos hacia la aventura que les esperaba en la cima…
Al principio sólo encontraron nubes: espesas nieblas blancas lo envolvían todo a su alrededor hasta que, de repente, ¡surgió un gigantesco castillo ante sus ojos! En cuanto entraron por sus grandes puertas, supieron que había algo mágico más allá…. En el interior había todo lo que se podía desear: monedas de oro esparcidas por los suelos forrados de exuberantes alfombras; muebles hechos de metales preciosos como la plata y el oro; paredes cubiertas de costosos tapices… Resulta que este castillo pertenecía nada menos que a un gigante malvado que dormía durante el día, lo que daba a nuestros valientes aventureros tiempo suficiente para explorar libremente antes de que llegara de nuevo la noche.
Tras varios días llenos de emocionantes aventuras (¡incluyendo el robo de bolsas llenas de monedas de oro!), nuestros héroes volvieron a bajar sanos y salvos justo antes de que amaneciera. Con las nuevas riquezas escondidas en los sacos que llevaban a la espalda, los dos padres
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