Había una vez una niña llamada María a la que le encantaba el helado. Todos los días se levantaba temprano y esperaba con ilusión el delicioso manjar que le esperaba.
Una mañana de verano, Mary se despertó con una sensación muy especial en su interior. Sabía que iba a ser un día muy agradable para tomar un helado. Después de vestirse con su vestido rosa favorito, salió corriendo y recorrió toda la calle hasta llegar a la heladería local.
Cuando llegó a la tienda, María vio que tenían algo nuevo: ¡lectores de fonética! Escogió uno que enseñaba a los niños a leer palabras con sonidos largos de «I», como «hielo» y «bonito».
Mary no podía esperar a saber más sobre este nuevo libro, así que decidió comprar dos cucharadas de su sabor favorito -fresa- y una cucharada de chocolate y otra de vainilla. Y se fue de nuevo por la calle, pero esta vez con una gran sonrisa en la cara, porque no sólo tenía en la mano unas deliciosas golosinas, sino también una nueva forma de aprender a leer mejor.
Cuando Mary llegó a casa después de tan emocionante excursión, todos sus amigos querían un poco de lo que había comprado, así que se sentaron juntos a comer su helado mientras charlaban alegremente sobre sus aventuras del día. Mientras compartían historias, se reían y hablaban de todo lo que había bajo el sol -incluso encontraron formas de practicar la lectura en voz alta utilizando sus nuevas habilidades de esos maravillosos libros de fonética-, al anochecer todos se sentían satisfechos tanto mental como físicamente por haber pasado un tiempo tan bueno juntos haciendo algo divertido y a la vez educativo.
Siempre es agradable poder disfrutar de una comida deliciosa y aprender algo nuevo:)
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