Había una vez un pequeño dinosaurio llamado Fred. Era muy mono y simpático, pero un día se enfadó tanto que no pudo aguantar más. Se paseó por su casa, gritando y vociferando sobre todo lo que le hacía enfadar.
Sus padres estaban muy preocupados y le preguntaron qué le pasaba. Pero Fred no quería hablar de ello: ¡sólo quería estar enfadado! Así que sus padres intentaron encontrar nuevas formas de ayudar a su hijo a controlar sus sentimientos de ira.
Primero intentaron hablar con él con calma, haciéndole preguntas como «¿Qué podemos hacer juntos para que te sientas mejor?» Pero esto sólo parecía hacer que Fred se sintiera más frustrado y molesto.
Así que le sugirieron que hicieran algo divertido juntos, como salir a dar un paseo o jugar a algún juego dentro de la casa. Esto pareció funcionar: en cuanto Fred empezó a divertirse de nuevo, la sensación de enfado empezó a desaparecer lenta pero inexorablemente.
Después, se sentaron juntos en el sofá y hablaron de lo que había sucedido antes en el día y que hizo que Fred se enfadara tanto. Sus padres le enseñaron lo importante que es para todos nosotros respirar profundamente cuando empezamos a sentirnos demasiado abrumados por nuestras emociones, como el enfado o la frustración: ¡esto nos ayuda a mantener la calma y a centrarnos en gestionar mejor nuestros sentimientos en situaciones futuras!
Al final, Fred se dio cuenta de lo poderosa que puede ser la atención plena a la hora de gestionar emociones fuertes como la ira; si se practica con regularidad, puede incluso ayudar a evitar que se produzcan estallidos la próxima vez. Con estas nuevas habilidades en su haber, el pequeño Dino-Fred se sentía mucho más feliz que antes – gracias mamá
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