Érase una vez un niño llamado Arturo al que le encantaba explorar el bosque cercano a su casa. Un día decidió emprender una aventura para ver qué podía encontrar.
Mientras Arturo caminaba por el bosque, se encontró con un zorro sentado frente a él. El zorro le miró fijamente durante un buen rato antes de hablar. «¿Qué te trae por aquí?», le preguntó con curiosidad.
A Arturo le sorprendió que el zorro supiera hablar, pero respondió de todos modos, diciendo que sólo estaba explorando y que quería ver lo que el bosque le ofrecía. El zorro hizo un gesto de aprobación y dijo: «Sígueme». Así que Arturo lo siguió y empezaron a caminar juntos por el bosque.
El zorro le mostró a Arturo todo tipo de cosas maravillosas -desde el canto de los pájaros en sus nidos, hasta las flores silvestres que florecían entre los altos árboles-, señalando diferentes detalles a medida que avanzaban. Mientras continuaban su viaje a lo largo del día, el zorro enseñó a Arturo a ser consciente y a apreciar la belleza de la naturaleza en cada momento, sin dar nada por sentado ni ir deprisa como hacen muchos humanos hoy en día.
Finalmente, llegaron a un viejo jardín lleno de plantas de colores y abejas zumbando; ¡parecía casi mágico! Aquí también, el Zorro le recordó a Arturo que hay mucha belleza justo delante de nuestra puerta si nos tomamos el tiempo de mirar a nuestro alrededor en lugar de tener siempre los ojos pegados a las pantallas o a los aparatos; ¡algo que puede ser difícil para las mentes ocupadas como la nuestra! Con este consejo resonando en sus oídos, Arturo agradeció a su nuevo amigo que le mostrara tales maravillas y luego se dirigió a casa sintiéndose satisfecho por su aventura.
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