Había una vez un niño llamado Kaushik. Le encantaba resolver rompecabezas y misterios y siempre soñaba con convertirse en detective algún día.
Un día, decidió dar el paso y convertirse en detective aficionado. Se puso su mejor sombrero de detective, cogió su lupa y partió en su misión. Pero no sabía que esta aventura le llevaría a algo completamente inesperado.
Kaushik buscó pistas por todos los rincones de la ciudad. Allá donde iba, la gente se detenía para admirarle: ¡nunca habían visto a un joven tan entusiasta!
Tras horas de búsqueda, Kaushik se topó con algo extraño: era una niña de ojos brillantes que parecía muy perdida y confusa. Le dijo a Kaushik que se había escapado de casa porque sus padres se peleaban todo el tiempo. ¡Pobrecita!
Kaushik sabía qué hacer: le prometió que si venía con él, la ayudaría a reunirse de nuevo con su familia. Así que juntos iniciaron su viaje de vuelta a casa…
A lo largo del camino hicieron muchos amigos que les apoyaron durante su búsqueda: algunos les proporcionaron comida, otros les dieron consejos o les consolaron cuando los tiempos se pusieron difíciles. Con cada paso que daban para acercarse a casa, el corazón de Kaushik se llenaba de alegría y de tristeza; feliz por saber que pronto esta valiente niña se reunirá con su familia, pero triste por tener que despedirse una vez que esto ocurra.
Por fin, tras varios días de viaje, llegaron a su destino: la casa de la niña, donde ambas familias esperaban ansiosas noticias sobre su querida hija/hermana. Las lágrimas rodaron por las mejillas de todos mientras la felicidad llenaba el aire a su alrededor: ¡gracias al duro trabajo de Kaushiks nadie tiene dudas de lo bondadoso que es este increíble joven detective!
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