Había una vez un osito gordo llamado Ming Ming. Vivía en el bosque con su familia y le encantaba jugar a todo tipo de juegos. Pero tenía un problema: ¡su pelo era salvaje e indomable!
Los padres de Ming Ming estaban muy preocupados por el pelo rebelde de su hijo, así que un día decidieron llevarlo a la peluquería. El barbero probó todo lo que se le ocurrió, pero nada parecía funcionar con el alocado pelo de Ming Ming.
Finalmente, el barbero se dio por vencido y dijo que tal vez era algo que tendría que aceptarse como parte de lo que era Ming Ming. Esto le hizo sentirse mejor, pero seguía sin estar seguro de cómo debía manejar su estilo único.
Así que todas las mañanas, antes de ir a la escuela o a jugar en el bosque, su madre le ayudaba a cepillar los enredos y a darle forma a lo que ella llamaba «la fregona desordenada». No se parecía al pelo de los demás en el pueblo, ¡pero le quedaba perfectamente!
Pronto se dio cuenta de que los niños del colegio pensaban que su peinado salvaje le daba carácter; ¡incluso empezaron a preguntarle si podían tomar prestados algunos de sus trucos de peinado! Con cada nuevo cumplido de los amigos antiguos y nuevos, la confianza empezó a crecer dentro de nuestro amigo peludo hasta que finalmente se sintió más orgulloso cuando lucía su propio peinado que cuando lo intentaba de otra manera.
También en casa todo el mundo admiraba lo bien que se comportaba (¡por una vez!) la melena después de lavarla con ingredientes naturales como la miel o el gel de aloe vera: ¡se acabó el desorden! Todas estas experiencias enseñaron al joven oso una importante lección: cada persona es única a su manera, por lo que nunca debemos avergonzarnos ni tener miedo de mostrar nuestro verdadero yo a pesar de lo que los demás puedan decir o hacer.
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