Había una vez un niño llamado Tyler. Sólo tenía cuatro años y estaba lleno de curiosidad. Todos los días quería hacer algo nuevo y emocionante, pero su madre siempre le decía «¡Ahora no, ahora no!».
Tyler no entendía por qué su madre decía siempre que no. Pensaba que debía ser porque no quería que se divirtiera. Pero un día su madre le explicó por fin: «No digo ‘no’ porque no quiera que te diviertas, digo ‘todavía no’ porque algunas cosas llevan su tiempo».
Confundido, Tyler preguntó qué significaba eso. Su madre sonrió y dijo: «Significa que a veces hay que tener paciencia cuando se quiere algo; no podemos conseguir todo lo que queremos de inmediato». Entonces le contó que las plantas necesitaban agua y luz solar para crecer durante muchos días antes de poder florecer y convertirse en hermosas flores; o que los panaderos tenían que esperar a que la masa subiera para poder hacer deliciosos panes o pasteles.
Tyler empezó a pensar en todas las veces que había querido algo de inmediato pero se había visto obligado a esperar, como cuando tardó tanto en recibir su regalo de cumpleaños de la abuela el año pasado. Y de repente lo comprendió: esperar no siempre es malo, ¡a veces hace que las cosas sean aún mejores!
Así que cada vez que Tyler quería algo inmediatamente, en lugar de enfadarse como antes, recordaba lo que su madre le había enseñado sobre la paciencia y se recordaba a sí mismo que las cosas buenas llegan con el tiempo. Ahora, cada vez que alguien dice «Ahora no», Tyler sonríe con conocimiento de causa como si dijera «Sí, ¡todavía no!».
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