Había una vez un bebé muy ocupado llamado Babble. Todas las mañanas se levantaba muy temprano con mucha energía para el día que le esperaba. Le gustaba empezar el día gateando por la casa, explorando todos sus rincones.
Después, Babble se dirigía a la cocina para desayunar. Su mamá le preparaba deliciosas tortitas o gofres con fruta fresca por encima. Después de comer hasta hartarse, era hora de jugar en el salón. Le encantaba jugar al cucú con su mamá y su papá, así como perseguir los juguetes que rodaban por el suelo.
Lo siguiente fue la hora de la siesta. No siempre era fácil conseguir que Babble se durmiera, pero al final se quedaba en el país de los sueños acurrucado en su mantita favorita. Mientras él dormía, mamá descansaba o se ocupaba de las tareas de la casa, mientras papá se encargaba de que el bebé Babble estuviera sano y salvo hasta que se despertara dentro de unas horas.
Cuando Baby Babble se despertó de su sueño, ¡ya era media tarde! ¡El tiempo volaba tan rápido cuando te divertías durante el día! Ahora era la hora de comer, seguida de más exploraciones por la casa, antes de terminar el día con la hora del cuento juntos, acurrucados en el regazo de mamá, leyendo uno de sus libros favoritos sobre animales o monstruos o tierras lejanas llenas de magia y aventuras: el forraje perfecto para una mente pequeña e imaginativa como la de Baby Babbles.
Por fin llegó la hora de irse a la cama, lo que supuso el final de otro largo y duro día de aprendizaje, pero lleno de diversión, para este pequeño y enérgico niño que no parecía tener suficiente con la vida, ¡por muy rápido que pareciera pasar cada momento!
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