Había una vez una niña llamada Bobo a la que le encantaba ayudar a su abuela en el jardín. Un día, Bobo y su abuela estaban cuidando las tomateras cuando se dieron cuenta de algo extraño: ¡había gusanos diminutos arrastrándose por la tierra!
Bobo estaba fascinada por estas pequeñas criaturas y decidió que quería aprender más sobre ellas. Le preguntó a su abuela si le parecía bien apartarlos para que no se hicieran daño. Su abuela dijo que sí, pero también sugirió que Bobo podía intentar observarlos en su lugar como experimento.
Entusiasmada, Bobo cogió una lupa y empezó a estudiar cada gusano de cerca. Descubrió que algunos tenían rayas y otros tenían puntos en el lomo. Algunos también eran más largos que otros; ¡algunos incluso tenían dos cabezas!
La curiosidad de Bobo no hizo más que crecer a partir de ahí, mientras seguía observando a estas increíbles criaturas con la máxima fascinación. Tras horas de observación, por fin comprendió por qué es beneficioso tener lombrices en el jardín: no sólo ayudan a airear la tierra y facilitan el crecimiento de las plantas, sino que también se comen plagas como los pulgones, que pueden dañar los cultivos.
Al final de su exploración del mundo de las lombrices, Bobo se sintió orgullosa de saber cuánta información valiosa había aprendido sobre una parte tan importante de la naturaleza, ¡todo gracias a pasar tiempo en el jardín de la abuela!

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