Había una vez un búho y un gatito que vivían en el mismo bosque. Eran los mejores amigos, pero un día decidieron llevar su amistad al siguiente nivel y convertirse en algo más.
Una noche, mientras daban un paseo juntos, se tropezaron con una cuchara runcible tirada en el suelo. El búho sugirió que podría ser el símbolo perfecto de su nueva relación, por lo que ambos acordaron que debían guardarla como si fuera parte de los dos.
La pareja no tardó en hacerse inseparable e incluso hizo planes para una aventura exótica juntos. Una mañana soleada emprendieron su viaje hacia tierras desconocidas, llenas de extrañas criaturas y emocionantes aventuras.
En su camino, se detuvieron en una isla donde tres cerditos se divertían a la sombra de unos árboles. Después de intercambiar historias con estos simpáticos animales, nuestro dúo continuó hasta que la oscuridad empezó a caer de nuevo sobre ellos, lo que les llevó a buscar un lugar seguro donde pasar la noche.
Por suerte, a la vuelta de la esquina había una acogedora cabaña junto a un lago en la que la luz de las velas brillaba a través de sus ventanas de forma atractiva: ¡éste sería su hogar por esta noche! Poco sabían nuestros dos aventureros que en el interior de esta casa residía alguien que cambiaría todo lo relacionado con la situación de nuestros dos tortolitos…
Sólo cuando abrió la puerta se reveló: ¡Edward Lear! Declaró alegremente: «Os esperaba, queridos», antes de ponerse a cantar: «El Búho
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