Había una vez en una pequeña aldea sudafricana una familia con cinco hijos. Todas las mañanas, los padres despertaban a sus hijos y los enviaban a la escuela. Thabo era el mayor de los cinco hijos y siempre se aseguraba de que sus hermanos estuvieran preparados para ir a la escuela antes de salir él.
Hoy no era diferente: todos se preparaban para ir a la escuela cuando, de repente, ¡no se podía encontrar a Thabo en ningún sitio! ¿Dónde se había metido? La familia buscó frenéticamente por toda la casa, pero seguía sin encontrarlo.
El reloj avanzaba mientras seguían buscando por todo el pueblo hasta que finalmente oyeron unas fuertes risas procedentes de unos arbustos cercanos. Resultó que era la voz de Thabo que venía de dentro. Había decidido esconderse para que sus hermanos pequeños no tuvieran que ir hoy a la escuela sin él.
Su familia se sintió aliviada, pero también muy contenta de que, a pesar de todo, Thabo hubiera optado por la responsabilidad y estuviera al lado de sus hermanos, aunque eso supusiera que él mismo no fuera a la escuela. Tras sermonearle para que fuera más responsable en el futuro, pronto se llenaron de felicidad al ver lo considerado que era con los demás.
Thabo acompañó entonces a sus hermanos de vuelta a casa, y un acuerdo entre ellos les permitió turnarse para salir juntos a la calle todos los días, siempre y cuando ninguno de ellos volviera a perderse, algo que se mantiene desde entonces.
La moraleja de esta historia es clara: la felicidad viene de asumir la responsabilidad de nuestros actos y de cuidarnos los unos a los otros, como ha hecho hoy Thabo.
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