Érase una vez un joven y valiente samurái llamado Hidesato. Era conocido en todo el país por su valor y generosidad. Un día, se lanzó a la aventura en busca de fortuna.
Mientras viajaba por la campiña, Hidesato se encontró con un anciano sentado junto al camino. El anciano pedía ayuda a gritos; había sido atacado por un ciempiés gigante que le impedía el paso. Sin dudarlo, Hidesato desenfundó su espada y luchó valientemente contra la criatura hasta que ésta cayó muerta a sus pies.
El anciano le agradeció profusamente y le ofreció cualquier recompensa a cambio de salvarle de tal peligro. Pero todo lo que Hidesato quería era un saco de arroz, algo sencillo pero lo suficientemente nutritivo para mantenerlo durante sus viajes. Así que, con gratitud, el anciano le concedió un gran saco lleno de granos de arroz como pago por sus servicios prestados aquel día.
Poco sabían ambos que ese saco de arroz, aparentemente ordinario, contenía propiedades mágicas. En cuanto Hidesato comenzó a comer algunos de sus granos, empezaron a suceder cosas extrañas a su alrededor: ¡los árboles empezaron a florecer en invierno y los peces saltaron a los barcos sin ser atrapados! ¡Todos se dieron cuenta de estos milagrosos sucesos y alabaron la valentía de Hidesato aún más que antes!
Hidesatso siguió adelante con una nueva confianza, sabiendo que, independientemente de los retos que le esperaran, ¡siempre tendría esta mágica bolsa de arroz para mantenerse en el camino de la vida! Mientras tanto, en casa todos celebraron este acto heroico con mucha alegría y admiración por nuestro valiente héroe guerrero: ¡el Señor Bolsa de Arroz!
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