Había una vez una niña llamada Caperucita Roja. Vivía en el bosque con su familia y disfrutaba explorando a su alrededor.
Un día, la madre de Caperucita le pidió que llevara algo de comida a casa de la abuela. Así que Caperucita Roja se puso su capa roja y salió por el bosque con la cesta de golosinas para la abuela.
En su camino, Caperucita vio a un gran lobo gris que acechaba entre las sombras de los árboles y ¡le dio mucho miedo! Tenía unos dientes afilados y unos ojos malvados que brillaban de color amarillo en la oscuridad. Pero le sonrió a Caperucita tan amablemente que ella decidió seguir caminando junto a él.
Cuando por fin llegó a la casa de la abuela, algo le pareció extraño: La puerta estaba abierta de par en par, pero nadie respondía cuando ella llamaba o pedía ayuda. Entró lentamente y descubrió que alguien se había apoderado de la casa de la abuela: ¡no era otro que el mismo lobo gris de antes!
Caperucita Roja se dio la vuelta rápidamente y corrió de vuelta al bosque tan rápido como pudo. El lobo la persiguió con sus largas patas corriendo más rápido que nunca mientras intentaba alcanzarla por el camino.
Pero, por suerte, justo en ese momento apareció de la nada un anciano que llevaba un hacha en la mano; debió de ver lo sucedido, porque inmediatamente cargó contra el lobo, ahuyentándolo una vez más. ¡Salvó a Caperucita Roja justo a tiempo!
El anciano advirtió a Caperucita Roja que la próxima vez no fuera tan confiada cuando se encontrara con nuevas personas o animales solos en estas zonas del bosque, ya que el peligro acecha por todas partes esperando a víctimas desprevenidas como ella… pero aun así le agradeció profundamente que le hubiera salvado la vida ese día.
Dicho esto, ambos siguieron su camino hasta que se reunieron de nuevo otro día… y, efectivamente, se encontraron de nuevo muy pronto… el anciano se convirtió en uno de los buenos amigos para siempre que ayudó a mantener a nuestra querida protagonista a salvo a lo largo de muchas aventuras aún por venir…
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