Había una vez un niño que tenía problemas para dormir. Todas las noches daba vueltas en su cama, asustado por los malos sueños que le acechaban. Una noche, después de volver a llorar hasta quedarse dormido, su madre entró en su habitación con una idea. Le dijo: «Aquí hay algo que quiero que pruebes esta noche; se llama almohada de los sueños».
El niño estaba intrigado y le preguntó qué era. Su madre le explicó que era una almohada especial que había hecho para él y que estaba llena de todo tipo de ingredientes mágicos que le ayudarían a alejar los malos sueños o las pesadillas que pudiera tener mientras dormía. Al niño le pareció maravilloso y no podía esperar a probar la almohada de los sueños.
Así que esa noche, cuando se acostó, se acurrucó con la almohada de los sueños bajo la cabeza y cerró los ojos con fuerza. Mientras se adentraba en el sueño, una sensación de calidez le rodeó como una burbuja protectora de cualquier pensamiento o imagen aterradora que pudiera aparecer durante la noche. Pronto se sumió en un sueño profundo y tranquilo, sin ningún tipo de miedo: ¡sólo le quedaban dulces sueños!
A la mañana siguiente, cuando se despertó renovado tras una noche de descanso tan increíble, el niño dio las gracias a su madre por haberle hecho un regalo tan increíble, que le permitía tener la tranquilidad de saber que, por muy oscuras o terroríficas que fueran las cosas durante la noche, todo estaría bien mientras se aferrara con fuerza a la Almohada del Sueño.
A partir de ese momento, cada noche, antes de acostarse, el niño se aseguraba de no olvidarse de utilizar esta herramienta mágica que le había regalado su querida madre, para que cada día empezara con luz propia.
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