Había una vez un niño llamado Davie que vivía en el planeta Tierra. Siempre le había fascinado el espacio y soñaba con viajar algún día a galaxias lejanas.
Un día cumplió su deseo cuando se despertó y se encontró en una nave espacial en lo alto del Planeta Disco. No estaba seguro de cómo había llegado hasta allí, pero de todos modos estaba emocionado.
En cuanto Davie salió de su nave y entró en el misterioso planeta, ocurrió algo extraño… ¡oyó un rugido sobrenatural procedente de las cercanías! ¡De repente, una enorme criatura alienígena apareció ante él con sus terribles mandíbulas abiertas de par en par y dispuesta a devorarle!
Davie estaba aterrorizado, pero entonces recordó lo que le habían enseñado sus padres: nunca hay que perder la esperanza por muy grave que parezca la situación. Armándose de valor con este pensamiento, Davie huyó de la bestia tan rápido como pudo mientras ésta le perseguía con avidez.
Afortunadamente para Davie, en ese mismo momento salieron de sus naves espaciales unos simpáticos alienígenas que le salvaron justo a tiempo. Los alienígenas le contaron sus propias aventuras en el Planeta Disco y pronto se hicieron buenos amigos de ellos. Juntos exploraron todo este nuevo y sorprendente mundo, descubriendo nuevas criaturas, plantas y paisajes por el camino.
Cada día que pasaba, el valor de Davie se hacía más fuerte, hasta el punto de que incluso la feroz bestia alienígena ya no le asustaba. De hecho, acabó convirtiéndose en su fiel compañero durante muchos más viajes emocionantes por el espacio junto con sus nuevos amigos alienígenas.
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