Había una vez dos niñas que se llamaban Vara de Oro y Áster Púrpura. Vivían en el mismo pueblo, pero nunca se habían conocido. Un día, decidieron emprender una aventura juntas y explorar el bosque cercano a su pueblo.
Cuando se adentraron en el bosque, se encontraron con una pequeña cabaña de la que salía humo de la chimenea. Las niñas se acercaron nerviosas y llamaron a la puerta. Dentro había una vieja bruja que las acogió calurosamente y les ofreció té de su caldero burbujeante.
La bruja les contó historias de todas las cosas mágicas que ocurrían en estos bosques -extrañas criaturas en lugares misteriosos- mientras removía su caldero con una larga cuchara de madera. Cuando terminó de hablar, Vara de Oro le preguntó si había alguna forma de que ella y Áster Púrpura permanecieran juntas para siempre, de modo que nunca más tuvieran que separarse la una de la otra.
La vieja bruja sonrió ante esta petición y dijo: «¡Sí! Pero las dos debéis volver aquí mañana por la mañana, cuando os pondré mi hechizo especial a las dos». Así pues, a la mañana siguiente, Vara de Oro y Áster Púrpura volvieron a la cabaña, donde la vieja bruja les lanzó un poderoso hechizo que les permitió estar siempre juntos allá donde fueran; ¡como dos flores que crecen una al lado de la otra en un jardín!
A partir de entonces, cuando alguien les preguntaba cuánto tiempo llevaban siendo amigas -aunque no había pasado mucho tiempo-, decían: «¡Para siempre!». Después de dar las gracias a la amable bruja por haberles concedido su deseo, Vara de Oro
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