Había una vez un anciano que vivía con su hijo, su nuera y su nieto. El anciano llevaba muchos años viviendo con ellos, pero nunca parecían mostrarle ningún respeto ni amabilidad. Le trataban como si fuera un mueble más de la casa.
Un día, el pequeño decidió tomar cartas en el asunto y mostrar algo de amabilidad hacia su abuelo. Le dio la bienvenida por la mañana dándole un abrazo y encargándose de algunos pequeños recados que había que hacer en la casa.
Los abuelos se sintieron sorprendidos por esta repentina muestra de amor de su nieto, pero al principio no supieron cómo reaccionar. Al final, ambos se sonrieron cálidamente, agradecidos por este inesperado gesto de afecto de un niño tan pequeño.
Este acto tan amable también impresionó a los padres; les hizo darse cuenta de que mostrar respeto y aprecio hacia su anciano padre podía ser beneficioso no sólo para ellos, sino también para todos los que les rodeaban. A partir de entonces, empezaron a tratar a su padre mejor que antes, ¡con mucha más comprensión y gratitud que antes!
El sencillo acto de bondad del niño lo cambió todo: ¡permitió que todos los miembros de la familia se apreciaran más profundamente que antes! Y así todos vivieron felices para siempre, valorando cada día la presencia de los demás en sus vidas.
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