Había una vez una profesora llamada Sra. Ryder que enseñaba en la escuela primaria local. Tuvo una idea asombrosa para unir a su clase y ayudarles a respetar sus diferencias, así como su unión.
La Sra. Ryder invitó a todos sus alumnos a entrar en el aula el lunes por la mañana con algo que les hiciera únicos: podía ser cualquier cosa, desde un juguete o libro favorito hasta una ropa especial o incluso simplemente su personalidad.
Cuando todos llegaron a la clase, se quedaron asombrados por lo que vieron: La Sra. Ryder había creado una hoja de papel gigante en la pared y pidió a cada alumno que aportara en ella algo que le hiciera especial. Algunos hicieron dibujos de sí mismos, mientras que otros escribieron historias sobre sus pasiones y aficiones. Un alumno escribió un poema en el que expresaba por qué le gustaba ser él mismo.
Todo el día transcurrió entre risas, creatividad y lazos de unión por lo diferentes y a la vez similares que eran todas las personas de la sala. Al final del día, había una gran obra de arte que incluía todas esas piezas juntas, mostrando cómo podemos ser diferentes pero seguir encajando perfectamente como piezas de un puzzle en un gran cuadro.
A la hora de la despedida, todo el mundo se reunió alrededor de la obra de arte, compartiendo historias sobre por qué esta pieza significaba tanto para ellos personalmente. No sólo representaba la identidad única de cada persona, sino que también mostraba lo importante que es que todos trabajemos juntos, independientemente de nuestras diferencias, porque en última instancia «todos encajamos».
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