Érase una vez, en el viejo Japón, una hermosa y joven princesa llamada Hase. Tenía una larga melena oscura y unos ojos azules brillantes que resplandecían como las estrellas del cielo nocturno. Su padre era el Emperador de Japón y su madre había fallecido cuando ella era aún muy joven.
La vida de Hase cambió drásticamente cuando su padre se volvió a casar con una mujer cruel que no quería ni se preocupaba por Hase en absoluto. La madrastra a menudo criticaba y menospreciaba a Hase, haciéndola sentir pequeña e insignificante. Sin embargo, a pesar de estos malos tratos, la princesa Hase seguía siendo amable y gentil incluso con su malvada madrastra.
Un día, mientras paseaba por el jardín con algunas de sus sirvientas, la princesa Hase se percató de una visión peculiar: ¡un bebé pájaro herido que yacía en el suelo bajo uno de los árboles! Sin dudarlo, se apresuró a socorrerlo y lo recogió cuidadosamente con ambas manos antes de llevarlo a uno de los sirvientes de palacio para que pudiera atender sus heridas adecuadamente.
Pronto se extendió por toda la ciudad la historia de lo bondadosa que había sido la princesa Hase con algo tan pequeño como un bebé pájaro, ¡a pesar de que este acto iba en contra de lo que su madrastra quería de ella! Todo el mundo alabó a la princesa Hse por ser tan compasiva a pesar de tener una figura tutelar tan poco amable en su vida; se contaron historias a lo largo y ancho de la ciudad sobre lo noble que era por anteponer a los demás a ella misma sin importar la situación.
Su padre también escuchó estas historias sobre las buenas acciones de su hija, lo que le hizo sentirse muy orgulloso. Ya no se sintió abandonado por la frialdad de su nueva esposa y empezó a pasar más tiempo con su querida hija, feliz de que alguien de su familia pudiera aportar bondad a sus vidas en tiempos tan tumultuosos dentro de la política de la corte. El pueblo del viejo Japón recordó este cuento para siempre; agradecido de que a través de la compasión se puede encontrar la fuerza incluso en los momentos difíciles – ¡tal y como la princesa Hse les mostró hace tantos años!
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