Había una vez un niño llamado Nicolás. Vivía en una aldea africana con su familia y sus amigos.
Un día se despertó con el sonido de los pájaros que cantaban fuera de su ventana y supo que sería un día precioso. Se vistió rápidamente, cogió su peluche favorito y salió corriendo por la puerta, ¡listo para explorar!
Nicolás se paseó por el pueblo, contemplando toda su belleza, desde las brillantes flores que florecían hasta los animales que se paseaban por los campos. Dondequiera que mirara había cosas que le hacían sonreír.
Mientras Nicolás exploraba, conoció a mucha gente nueva que estaba tan emocionada como él por este día perfecto. Se reían juntos mientras intentaban atrapar mariposas o perseguir gallinas en el patio. ¡Fue muy divertido!
Después de explorar y jugar con sus nuevos amigos, Nicolás se fue a casa a comer con su familia, donde todos compartieron historias sobre sus aventuras de la mañana con una deliciosa comida cocinada por su madre. Todos se sintieron agradecidos por un día tan maravilloso que pasaron juntos, rodeados de la belleza de la naturaleza y del amor de los demás.
Al anochecer, cuando Nicholas se metió en la cama, miró las estrellas que brillaban por encima de él mientras pensaba en todos los increíbles recuerdos de ese día, sintiendo nada más que gratitud por una experiencia tan increíble compartida con sus seres más cercanos ?
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