Había una vez un gato muy glotón. Este gato amaba la comida más que nada en el mundo y se comía cualquier cantidad que se le diera. Era tan voraz que incluso se comía cosas como muebles y libros. Todo el mundo pensaba que este gato estaba loco, pero no tenían ni idea de hasta dónde podía llevarle su avaricia.
Una noche, mientras todos los habitantes de la casa dormían, el gato se aventuró a salir al cielo iluminado por la luna. Mientras miraba las estrellas que titilaban en el oscuro cielo nocturno, vio algo inusual: ¡la gran luna amarilla y redonda! Se le hizo la boca agua mientras la miraba hambriento desde abajo y, antes de que nadie se diera cuenta de lo que había pasado, ¡saltó por el aire con las cuatro patas extendidas hacia su delicioso objetivo!
A la mañana siguiente, cuando todos se despertaron, no podían creer lo que veían: ¡la luna había desaparecido de la vista! Buscaron por todas partes una explicación, hasta que finalmente alguien recordó haber visto a su querida mascota escabullirse en la noche anterior. Cuando lo encontraron acurrucado en la cima de una colina cercana, dormitando tranquilamente, las pruebas de su crimen estaban esparcidas a su alrededor: trozos de cortezas de queso masticadas, migas de galletas, trozos de tarta de chocolate pegados entre sus bigotes… ¡entonces quedó claro por qué la merienda favorita de todos, la Luna, había desaparecido durante la noche!
A pesar de sentirse culpable por haberse comido una parte tan importante de la belleza de la naturaleza, nadie podía negar que nuestro travieso amiguito felino era, en efecto, muy inteligente por haber conseguido tal hazaña. Pero, por desgracia, nadie esperaba que lo volviera a intentar …. ¿O no? Porque no mucho tiempo después, la gente empezó a notar extrañas luces brillantes que bajaban del espacio a altas horas de la noche… ¡Y si eras lo suficientemente valiente como para mirar de cerca, encontrabas a nuestro travieso gatito masticando con orgullo otro trozo de caramelo celestial!
Aunque la gente advirtió a nuestro peludo amigo de que no se excediera en sus caprichos (¡porque quién sabe de dónde podrían salir esos bocadillos!), nuestro adorable glotón no podía evitarlo a veces. Después de todo, es difícil para cualquiera que ame la comida tanto como este gatito aventurero.. ¿Quién sabe? ¡Quizá un día nos encontremos mirando al espacio y descubramos que hasta la Osa Mayor ha sido devorada nada menos que por el Gato que tanto podía comer!
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