Érase una vez una noche de Halloween, el Osito y su familia se preparaban para la fiesta. La Abuela Oso estaba ocupada preparando golosinas para los niños que llamarían a su puerta. Pero, de repente, la Abuela Oso parecía actuar de forma extraña. No dejaba de mirar por la ventana y de juguetear con su bastón, como si esperara que algo malo sucediera en cualquier momento.
Bebé Oso no pudo evitar preguntarse qué le pasaba a su querida abuelita: ¿por qué era tan desconfiada? Decidió que debía averiguar lo que ocurría antes de que fuera demasiado tarde y todo el mundo se fuera a disfrutar de su noche de diversión.
Así que Bebé Oso partió en busca de respuestas, decidido a averiguar qué había provocado el extraño comportamiento de la abuelita. Pronto se encontró en un viejo y espeluznante bosque lleno de todo tipo de criaturas terroríficas. Mientras se abría paso por el bosque, notó una extraña luz que salía de detrás de un árbol cercano… ¿podría ser ahí donde se escondían los secretos de la Abuela?
Rápidamente descubrió que había dos figuras misteriosas escondidas detrás del árbol: una anciana con un sombrero de bruja y agarrada fuertemente a su escoba; ¡y otra pequeña criatura disfrazada de duende! Resulta que estas dos planeaban ahuyentar a cualquiera que intentara entrar en su guarida secreta, ¡incluido el Osito!
Por suerte para él, ambas criaturas le reconocieron como uno de los nietos de la Abuela Oso, así que, en lugar de gritarle, empezaron a preguntarle por qué se había adentrado solo en un territorio tan peligroso sin decirle a nadie adónde iba. Después de oír lo preocupados que estaban todos por el misterioso comportamiento de la Abuela ese mismo día, por fin comprendieron por qué el Osito se había encargado de investigar más. Los dos procedieron a explicar que, en realidad, sólo intentaban proteger a alguien muy especial del peligro… y se revelaron como nada menos que la Abuela Bruja y el Chico Duende, ¡que resultaban ser primos emparentados de la Abuela Oso!
Las sospechas de la Abuela resultaron no sólo ciertas, sino bien fundadas: al protegerse de posibles daños, ¡también acabó salvando a su familia una vez más! Todos dieron las gracias a la Abuela Bruja
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