Había una vez un viejo pescador y su mujer que vivían junto al mar. Todos los días el pescador salía al mar en su pequeña barca, con la esperanza de pescar algo para la cena.
Un día, mientras pescaba, echó la red y pescó algo muy extraño. Cuando lo sacó de las profundidades del agua, descubrió que no era un pez, sino una platija parlante. La platija le dijo: «Si me dejas ir, te concederé tres deseos».
El pescador se lo pensó detenidamente antes de responder: «Sí, acepto tu oferta». Y la platija desapareció de nuevo en las profundidades del océano con un chapoteo.
Cuando el pescador regresó a casa con su pesca para la cena, le contó a su mujer todo lo que había sucedido en su viaje por el mar, ¡y ella apenas podía creer lo que oía! Empezó a pedir un deseo tras otro, deseando tener más dinero y cosas más bonitas, hasta que finalmente deseó que fueran el rey y la reina de su propio reino.
Al principio todo parecía perfecto, vestían con ropas finas y comían suntuosamente todos los días, pero pronto la avaricia se apoderó de ella, ya que deseaba algo más que ser rey y reina, hasta que una noche se oyó un trueno poderoso seguido de un relámpago que iluminó su habitación, revelando nada menos que… ¡el parlanchín Flounder de nuevo! Éste les advirtió que no debían ser demasiado codiciosos con sus deseos o la mala suerte se cebaría con los dos, así que finalmente acordaron dejar de desear tanta riqueza material, en lugar de confiar en la ayuda de los demás para conseguir la felicidad… ¡y así terminó su historia feliz para siempre!

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