Érase una vez, en un lejano reino junto al mar, un joven príncipe. Se llamaba Príncipe Alberto y era muy querido por todos los habitantes de su reino. Siempre había sido amable y generoso con todos sus súbditos, sin importar su posición en la vida.
Un día, mientras el príncipe Alberto paseaba cerca de los terrenos del castillo, oyó un sonido espeluznante procedente del bosque cercano. Lo siguió hasta que se encontró con una vieja casa de campo rodeada de árboles y arbustos. Cuando el príncipe Alberto se acercó a la puerta de la cabaña, se dio cuenta de que parecía estar custodiada por una extraña criatura con largas garras y afilados dientes: ¡un Norka!
El Norka le dijo que nadie podía entrar o salir de la cabaña sin su permiso, ¡ni siquiera la realeza como él! Pero el príncipe Alberto se negó a rendirse tan fácilmente; en lugar de retroceder ante este desafío, decidió mantenerse firme ante él. ¡Con el valor y la determinación de su lado, el príncipe Alberto luchó contra el Norka con nada más que su espada!
Cuando todo parecía perdido para nuestro príncipe héroe, de repente llegó la ayuda de la princesa Amelie, que había venido en busca de su padre desaparecido, que creía que podía haber sido secuestrado por esta misteriosa criatura que acechaba fuera de su casa familiar. Con gran valentía, unió sus fuerzas a las del príncipe Alberto y juntos pudieron luchar contra la bestia de una vez por todas.
En reconocimiento a su valentía, ambos fueron recompensados con creces: mientras que la princesa Amelie recibió la libertad de su padre junto con muchas riquezas sin medida, nuestro príncipe héroe ganó algo mucho más grande: ¡el amor de la princesa Amelie, que le hizo más feliz que cualquier cantidad de oro! Y así, tras derrotar a esa criatura malvada llamada «Norka», ambos encontraron por fin la verdadera felicidad en los brazos del otro…
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