Érase una vez un joven príncipe llamado Enrique que vivía en el reino de Northland. Era valiente y arrojado, pero sabía que su reino se enfrentaba a una amenaza cada vez mayor: el malvado dragón conocido como Redclaw.
Redclaw llevaba años aterrorizando al reino, destruyendo pueblos y aterrorizando a sus ciudadanos. El pueblo estaba desesperado por que alguien lo detuviera y buscó la ayuda de su príncipe. Pero por mucho que lo intentara, el príncipe Enrique no podía encontrar ninguna forma de derrotar a Redclaw sin ayuda mágica.
Un día, sin embargo, el príncipe Enrique oyó hablar de una poderosa reina de las hadas con poderes mágicos que vivía en el bosque cercano a su castillo. Decidido a conseguir su ayuda para derrotar a Redclaw, el príncipe Enrique se adentró en el bosque hasta encontrar por fin su palacio.
La reina de las hadas le acogió amablemente y le ofreció hospitalidad mientras escuchaba su situación en relación con los ataques de Redclaw en Northland. Aceptó darle un poderoso anillo que le otorgaría la fuerza suficiente para luchar contra Redclaw si prometía no utilizarlo nunca de forma indebida o para hacer algo malo.
Con el nuevo poder que corría por sus venas gracias al don de la magia de la Reina, el Príncipe Enrique partió hacia la Montaña del Dragón, donde Redclaw tenía su hogar, ¡listo para enfrentarse por fin a esta malvada amenaza de una vez por todas! Tras una épica batalla entre el hombre y la bestia que duró horas y horas, el Príncipe Enrique salió victorioso sobre Redclaw, ¡con nada más que el valor nacido de la empatía y la honestidad como armas! El pueblo se alegró en toda Northland sabiendo que ahora estaban a salvo de todo mal, ¡todo gracias a su valiente príncipe que había robado un anillo mágico a la Reina Hada!
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