Había una vez, en lo profundo del bosque, un hermoso ruiseñor que vivía su vida cantando para que toda la naturaleza lo oyera. Tenía muchos amigos entre los animales y los pájaros que apreciaban su hermosa voz. Un día, oyó hablar de un joven que buscaba una rosa roja para su amada. Había buscado por todas partes, pero no había encontrado ninguna.
El ruiseñor sintió pena por el joven y decidió ayudarle. Voló de flor en flor hasta que encontró un rosal amarillo brillante, ¡sin ninguna rosa roja! Sin inmutarse, el ruiseñor le cantó su más dulce canción con la esperanza de que algún poder mágico le diera lo que más deseaba: una sola rosa roja.
De repente, ¡sucedió algo sorprendente! Los pétalos de la rosa amarilla empezaron a convertirse en delicadas tonalidades de rosa antes de adoptar finalmente su nuevo tono: ¡rojo carmesí intenso! El ruiseñor se quedó asombrado, pero también triste, porque ahora sabía que sólo el amor puede producir tanta belleza y que ésta viene acompañada de un gran sacrificio; concretamente el suyo, ya que entregó la sangre de su vida para que otros pudieran tener algo precioso que deseaban.
A la mañana siguiente, cuando todos se despertaron, quedaron asombrados por este milagro: ¡allí, entre las espinas, había una única rosa perfecta de color rojo carmesí que crecía muy lentamente mientras su vibrante color los llenaba de alegría! Todos alabaron al valiente ruiseñor, cuyo acto desinteresado les permitió presenciar tal belleza en medio de ellos…
Finalmente, tras mucha expectación (y admiración), el joven llegó poco después portando un enorme ramo que contenía todo tipo de flores imaginables… excepto una: Una sola Rosa Roja que arrancó suavemente de entre su espinoso tallo antes de colocarla amorosamente en las manos de su amada como si le entregara su propio corazón…
Y así terminó esta inquietante historia en la que el amor traspasó las fronteras, incluso las de las especies; en la que el pensamiento independiente prevaleció sobre la adversidad; en la que la felicidad abunda a pesar de que las probabilidades apiladas contra nosotros nos miren por encima del hombro…
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